Kant era sobrio y puntual. Se levantaba, comía y se acostaba todos los días a la misma hora. A las cinco de la tarde, ni un minuto, ni un minuto menos iniciaba su paseo vespertino. Tan puntual era que se decía que sus paseos les servían a los vecinos para poner sus relojes en hora.

Kant suena aburrido, parecía aburrido y seguramente fuese aburrido, pero fue una de las mentes mas preclaras e influyentes para su época y las generaciones posteriores de pensadores. Si hay algo de Kant que me gustaría relatar hoy es su incursión en el campo de la ética y su famoso imperativo categórico, que es por así decirlo, una norma o guía para comportarte con los otros:

«Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal».

«Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio».

«Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».

Por supuesto que es casi imposible cumplirlo en todo momento y situación, pero si es interesante tomarlo como una tendencia hacia donde orientar mis relaciones. El primer enunciado del principio podría resumirse en el siguiente planteamiento:

Si te diesen a elegir otra vez… ¿Lo volverías a hacer independientemente de las circunstancias?

El segundo enunciado diferencia a las personas de las cosas. Las personas no son cosas que puedas utilizar y dejar en un rincón como harias con un  juguete. Un juguete es un medio para jugar, que es un fin, pero una persona es un fin en si misma. Las personas no esta muy claro para que sirven, simplemente están y queremos compartir experiencias con ellas.

El tercer enunciado es casi el segundo pero con tintes neurótico obsesivos. Kant era alemán, y para mas inri prusiano.

En fin…


Tratamiento de la fobia social

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