El rubor a una respuesta natural de la piel, al igual que palidecer. Ambas reacciones se dan cuando se contraen o relajan los capilares (pequeños vasos sanguíneos) que irrigan la superficie de la piel. Por ejemplo, ante el frio se produce una vasoconstricción por lo que la piel adquiere una tonalidad pálida, sin embargo al realizar un ejercicio intenso la cantidad de aporte de oxigeno demandado es mayor, por lo que es necesaria una dilatación de los capilares.

En este dibujo podemos contemplar un esquema de los diferentes componentes de la dermis y la epidermis.

Además de las condiciones ambientales de temperatura y actividad física existen otras causas por las que el rubor podría aparecer:

  • El llamado «rubor asiático» podría darse ante la imposibilidad que tienen algunas personas de metabólicas el alcohol debido a la ausencia de una encima.
  • La presencia de emociones intensas de ira, excitación, vergüenza, o simplemente el estres generalizado.
  • Líquidos calientes.
  • Exposición solar y/o exposición al viento.
  • Comidas picantes (condimentos y los productos cálidos).
  • Estres y otros factores psicológicos (nervios, vergüenza, rabia, etcétera)
  • Uso continuado de corticoides (locales) fluorados.

Muchas personas se sienten avergonzadas al experimentar rubor, llegando a desarrollar eritrofobia. Una respuesta que es contraria a la ocultación del rubor se da paradójicamente en el maquillaje, ya que se busca aplicar el mismo para conseguir determinados efectos. La respuesta biológica aparece cuando se asocia de forma natural el rubor con la salud. Se han encontrado coloretes desde los tiempos de los romanos, que usaban tiza para blanquear la piel y pigmento rosaceo para aplicar a las mejillas.

La palidez sin embargo hizo furor durante la edad media, y no era muy infrecuente que las mujeres acudiesen a sangrias para conseguir una blancura inmaculada en el rostro.

Con el Renacimiento, volvió el auge del maquillaje, aunque el llevar la piel completamente blanca, gracias al polvo de arroz, seguía siendo la tendencia de fondo. La novedad es que la blancura ya no tenía que ser extrema: se utilizaba el khol para los ojos y se aplicaba un colorete suave en las mejillas. Comenzó la moda de teñir el pelo de rubio que venía de Italia. Con todo, no había que pasarse: los productos de cosmética, perfumes y maquillajes se usaban para esconder malos olores y suciedad. Cargar el maquillaje demasiado era algo que se hacía sólo si había que esconder enfermedades.

Esta tendencia cambio de signo a partir de los siglos XVII y XVIII. Durante estos años las mujeres campesinas que desarrollaban su vida al aire libre gozaban de un aspecto saludable que se manifestaba sobre todo en unos carrillos tersos y rojos similares a las manzanas. Sin embargo las mujeres que hacían la vida en los salones, aprendiendo a bordar y a tocar el piano, presentaban rostros macilentos y descoloridos que les daban un aspecto enfermizo. El colorete fue el remedio a todos los males de las más sofisticadas. En el siglo XVIII en Francia el colorete era un elemento imprescindible de la vida social tanto para hombres como para mujeres ya que además de proporcionar por sí solo un aspecto saludable, servía para reavivar el cutis, realzar los rasgos y esculpir el rostro, aunque se utilizaba de forma exagerada. Este colorete se usaba utilizando varias capaz de polvo por encima de una cara blanqueada (a base de harina y de beber vinagre). Se calcula que para 1780, la cantidad de los frascos de polvos de colorete utilizados en Francia al año era de dos millones. Las mujeres más pobres que no podían costearse los frascos se teñían las mejillas utilizando vino, aunque eso no fuese muy adecuado por su posición. El colorete podía tener algunas connotaciones. Cuando era muy intenso se usaba para llamar la atención y parecer descarada, cuando desaparecía un fracaso amoroso había ocurrido.

El principio del siglo XX vuelve a estar marcado por la presencia de la palidez, los polvos de arroz, y demás técnicas para conseguir un cutis distinguido, sin embargo el reino de lo níveo alcanzara su ocaso a finales de los cincuenta. Durante esta epoca el colorete aparece de forma mas o menos vistosa durante los locos años veinte del Charlestón y la ley seca (donde el maquillaje de las mejillas es redondeado y mínimo), y en esas mujeres voluptuosas de los años cuarenta y cincuenta que mas tarde llamaríamos Pin-Ups. En la década de los sesenta, coincidiendo con el movimiento de liberación sexual se experimenta con otros tonos faciales, los ojos se agrandan… recordemos a la famosa modelo Twigy. Durante los ochenta se fortalecen los pigmentos el maquillaje evolucionó dando preferencia a los tonos fuertes. Las cejas se llevaban anchas y oscurecidas y los ojos se maquillaban con khöl difuminado. Destacan como referencia la modelo Linda Evangelista, Annie Lennox, Madonna, Cher o Brooke Shields.

En general si podemos deducir que el uso del maquillaje en las mejillas dota a la persona de una naturaleza mas sexual, ya que suele coincidir con periodos en los que existe una vivencia mas abierta en el ámbito sexual. El etólogo Desmond Morris aduce que el rubor facial resulta atractivo para el otro ya que recuerda a la coloración que se produce de forma natural durante la cópula.

Y hasta aquí un breve recorrido por la historia del rubor.

Tratamiento de la fobia social

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