Yo que he sido estampado así, grosero,
Y sin ninguna gracia para poder lucirme
Ante una fácil ninfa desenvuelta;
Yo que he sido expulsado de toda proporción,
Que he sido traicionado en estos rasgos
Por la naturaleza engañadora,
Deformado, inconcluso, enviado antes de tiempo
Al mundo que respira, y hecho a medias,
Tan defectuoso y lejos de la moda
Que me ladran los perros si me acerco;
Yo ¡entonces!, en este débil tiempo de flautitas,
Con nada me deleito para pasar el rato
Excepto cuando miro mi sombra bajo el sol
Y pienso sobre mi deformidad.
Ya que entonces no puedo
Convertirme en amante
Para alegrar estos amables días,
Elijo convertirme en un villano
Y odiar los perezosos placeres de este tiempo.
Así nos presenta Shakespeare a uno de sus malvados. Alguien que termina deformado por dentro, al sentir su deformidad física. Hay quienes prefieren cortar a los otros la cabeza para sentir que están a la misma altura en lugar de intentar crecer por si mismos. Hay quien no quiere un mundo mejor, no vaya a ser que no de la talla, así que intenta ensuciarlo todo para que no se note que huele mal.
¡Mi reino por un caballo!, se lamentaría mas tarde Ricardo en el campo de batalla. Como casi todo en la vida aquello con lo que venimos y lo que nos sucede puede servirnos para querer ser mejores o para querer romper el decorado.
Lo contrario de lo que le sucede a nuestro deforme rey lo denominamos resiliencia, y es la capacidad para transformar los problemas en retos, y estos a su vez, en oportunidades para crecer. La mayoria de las veces no podemos escoger nuestros problemas, ni las cosas que nos suceden en la vida, pero si podemos elegir reaccionar ante los mismos.
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