A pesar de que ya incluimos un post con este título hemos revisado y enriquecido el contenido del anterior, y os ofrecemos la revisión.

Cuando queremos iniciar una conversación muchos de nosotros vemos que seguimos pensando automáticamente que vamos a llevar a cabo una comunicación en un sistema de castas previamente establecido; de tal forma que hemos de ser conscientes de que somos nosotros mismos los que establecemos esos rangos que en numerosas ocasiones nos paralizan. Sopesamos varios aspectos a tener en cuenta a la hora de plantearnos qué decirle a la otra persona cuando deseamos iniciar una conversación:

  • El contexto: los seres humano cuando nos relacionamos con los otros no lo hacemos de forma aislada, como si estuviésemos en espacios vacíos, sino que lo hacemos desde un determinado contexto, un lugar compartido por ambos; por lo que lo primero que hemos de tener en cuenta antes de iniciar una conversación es escuchar el contexto (por ejemplo no puede ser igual iniciar una conversación en una fiesta que en un tren). Debemos de observar dónde se centra la atención conversacional, para saber dónde será más sencillo poder iniciar la interacción deseada: en una fiesta, contextualmente puede ser en el salón y la cocina, y una vez allí facilitaremos el inicio de la conversación si pensamos qué es lo que nos une a la otra persona en esos momentos.
  • La atención: es aconsejable que nos podamos fijar en lo que tiene la otra persona de interesante, puesto que todo en mundo sabe más acerca de algo que los otros pueden desconocer, teniendo siempre algo que contar para los oidos curiosos que desean ampliar fronteras de conocimiento.  Si excarvamos descubriremos que las personas tenemos mucho que aportar y que enriquecer a los demás, el problema es que normalmente nos dejamos llevar por una serie de sesgos que nos dicen lo contrario.

Llamamos sesgos a determinadas ideas que tenemos generalizadas y extendidas, las cuales en la práctica no resultan ser verídicas; como por ejemplo «las generaciones de ahora no respetan a sus mayores», esta es una idea que parece apropiada para el momento actual pero realmente es una creencia que subyace desde hace mucho tiempo, encontrada de forma escrita en unas tablas de madera de hace 4500 años. Los sesgos, por tanto, son formas de ver la vida que creemos como únicas y particulares, pero en realidad son trampas que nos ponemos para hacer más conciliable nuestra forma de enfocar la vida con respecto a la realidad existente.

Así, cuando pensamos que «la gente no es interesante», cuando la valoramos como una caricatura gris, uniforme y aburrida, hemos de saber que estamos haciendo uso de determinados sesgos, puesto que realmente siempre hay personas, expertos en algo, que nos pueden llegar a resultar mucho más interesantes de lo que podamos imaginar; de tal manera que en la medida en que profundizamos en las relaciones, descubriremos factores peculiares de cada uno con los que poder contactar o aprender.

Si aún así pensamos que no encontraremos nada que nos pueda interesar en los demás, hemos de sopesar entonces ¿por qué hablamos?… Se ha descubierto a raíz de un experimento que los pájaros, al igual que las ballenas, no necesitan emitir tanta cantidad de sonidos para comunicarse entre ellos pero, pese a eso, añaden todos los años un tono distinto en su piar, de tal forma que concluyeron que cantan y amplían sus registros porque les gusta. Por tanto es interesante sopesar que los seres humanos también nos comunicamos además de porque queremos algo determinado en esos momentos, porque necesitamos contactar con los otros que nos rodean, dado que todos los hombres y mujeres de este mundo tenemos un profundo sentimiento de soledad que necesitamos paliar. Y sino pensemos, la gente cuando cuenta sus problemas o preocupaciones, a la hora de comunicarse no está buscando soluciones, sino que lo hace porque necesita sentirse comprendido, busca el contacto con los demás, con la realidad.

Por lo que debemos plantearnos que igual que nosotros tenemos cosas que aportar a los otros, los demás también tienen aspectos que nos pueden enriquecer. Pero es interesante sopesar que para que nos interese realmente la otra persona hemos de eliminar previamente muchos prejuicios propios.

  • Pregunta al experto: todo el mundo en esta vida sabe sobre algo más que los otros, así que se trata, con esta técnica, de potenciar ese aspecto para ayudarnos a iniciar una conversación. Además, iremos descubriendo que hay gente a la que le encanta hablar, y sólo basta con preguntarle por algo que se le dé bien para contarlo y compartirlo. Resultando, entonces, una forma sencilla de iniciar una conversación. Pon en marcha tu curiosidad sana, y ya que estas es una interacción social, procura utilizarla para aprender algo, mas que para mirarte al espejo.
  • Pedir consejo/ayuda/información: lejos de ser algo molesto, es positivo porque la gente se siente bien; a todos nos gusta sentirnos útiles en ciertos momentos.
  • Ofrecer algo al otro: muchas veces puede iniciar una relación en la que se comparte algo que antes no era común (“¿Quieres unos hielos?” estando en la cocina de la casa en la que se hace la fiesta).
  • Interactuación: Estar haciendo cosas mientras llevamos a cabo una conversación favorece que surjan inicios comunicativos, es decir, que la interacción que puede darse en determinadas situaciones puede servirnos de plataforma para la comunicación. Por ejemplo, los ofrecimientos sirven mucho para enganchar con los demás (en una fiesta «¿te alcanzo los hielos?»), de tal forma que a mayor cantidad de interacción disponible, más posibilidades tenemos de iniciar la conversación de forma natural y despreocupada; así como cuanto más lo practiquemos, más automático y menos racionalizado será el hecho de empezar a hablar con alguien desconocido.
  • El mundo del piropo: piropear a los demás de forma sincera y no forzada, algo que verdaderamente nos guste (sin caer en el falso piropo que desencadena un ejercicio de marketing) favorecerá que el otro exprese gratitud hacia nuestra forma de verle, estableciéndose así una interacción totalmente distinta, mucho más conciliadora, puesto que desde el principio nos presentamos desde un ámbito de acercamiento.
  • Autorrevelación: Expresar cómo se está sintiendo uno mismo en determinados momentos o contar algo de carácter personal ayuda a la profundización en las relaciones. Normalmente las conversaciones comienzan siendo de carácter más general para poco a poco ir profundizando cada vez más; además tenemos que tener en cuenta que la gente se desnuda si nosotros nos desnudamos, y al revés. Así que las autorrevelaciones (que suelen darse en el mantenimiento pero también sirven para iniciar) son procesos interesantes, porque en su llevada a la práctica podremos observar qué sucede en la relación y qué descubrimos acerca de nosotros mismos y del otro.

La gente funciona en forma de espejo; con algunos llegaremos hasta la cocina, con otros hasta el dormitorio, pero lo que no podemos pretender será llegar hasta el dormitorio si no revelamos nada acerca de nosotros mismos. «A mi me pasa esto…» «oyes, ¿a ti no te pasa que…?» son frases útiles para desarrollarnos en este ámbito de autorrevelarnos a los demás.

  • Inclusión a través del critiqueo: La crítica también nos une, porque así sentimos que formamos parte de un mismo grupo: la exclusión ajena provoca un sentimiento propio de inclusión mayor. No hemos de olvidar que la crítica puede ser destructiva o no destructiva, este último caso  por ejemplo se da entre seguidores de determinados equipos de fútbol, puesto que se establecen dos grupo «nosotros» y «ellos», y aunque podamos estar hartos del trabajo, si «nosotros» hemos ganado… ¡Es que hemos ganado!, olvidándonos de otras cosas, desarrollando una sensación de unión común que nos resulta gratificante. Es, por tanto, una especie de narcisismo encubierto ya que nos hace sentir mejor, sentirnos parte de algo en contraposición de lo que criticamos.

Tratamiento de la fobia social

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