«Todos mienten«, refunfuña una y otra vez el inefable doctor House, lo que no dice es que casi todos mienten para parecer mejores de lo que son, para ser más queridos, y eso, en definitiva es de lo que nos habla el principio de deseabilidad social.

El experimento que nos presentó Solomon Ash ejemplificaba de manera magnífica la dificultad que tenemos los seres humanos para seguir nuestros propios criterios sin amoldarnos al de los demás. La presión del grupo es uno de los factores más importantes a tener en cuenta dentro de los mecanismos de manipulación que estamos tratando en esta serie. Ash trabajaba con grupos de seis personas para, supuestamente, realizar un experimento que trataba de medir la percepción visual a la hora de medir las longitudes de una serie de líneas. En realidad cinco de los seis estaban compinchados con el experimentador y de lo que se trataba en realidad es saber si el individuo que no estaba al tanto de la manipulación colectiva sería capaz de resistir a la presión grupal.

Entre nosotros, aunque los participantes en condiciones normales fallaban un mísero 1% de las veces, cuando dos o tres personas del grupo opinaban de forma unánime los sujetos eran capaces de aumentar su margen de error a un 36%. El experimento del ascensor que se ejemplifica en este video es un buen reflejo de lo que queremos contar.

El poder del grupo puede ser incuestionable y nos puede empujar a realizar actos que no habíamos imaginado en otras situaciones. Ante la presión social nos podemos encontrar con que el individuo diluye su responsabilidad como tal en pos del grupo. Un ejemplo claro nos lo dio el famoso experimento de la cárcel de Stanford, en el cual se dividió a dos grupos de estudiantes a los que se les asignó de forma arbitraria roles de guardianes y presos. Los sujetos experimentales se percibían así como parte de un grupo, mientras que «los otros» eran automáticamente percibidos como miembros de un grupo rival (aunque minutos antes todos eran estudiantes que se prestaban a participar como sujetos experimentales).

El estudio marcó un hito sin precedentes, ya que Phillip Zimbardo (creador de esta dramática simulación) se vio obligado a interrumpir el experimento antes de lo previsto debido a que los participantes se habían tomado «demasiado en serio sus papeles«. Al individuo le resulta le resulta enormemente difícil nadar contra corriente, y la posibilidad de estar separado del consenso unificado del grupo produce en el un terror atávico a estar aislado. Quizá porque somos organismos sociales y el estar separados de los otros nos despoja de la mayoría de los poderes humanos.

Pero si cediésemos siempre a esa presión no habríamos podido evolucionar como especie, nos habríamos anclado únicamente en las tradiciones que nos proporcionan seguridad, sin darnos cuenta que cada tiempo requiere una respuesta diferente, que la vida necesita de la creación, y que podamos cuestionar lo establecido.

Tratamiento de la fobia social